
Últimamente escucho mucho eso de “gestión emocional”.
Y cada vez que lo leo, algo en mí se tensa.
Como si las emociones fueran correos acumulados en una bandeja de entrada, pendientes de clasificar.
Como si sentir fuera un trámite.
Pero las emociones no se gestionan.
Se sienten. Se confunden. Se desbordan. Se callan. A veces se transforman.
Y a veces simplemente están.
Cuando intentamos “gestionarlas”, muchas veces lo que estamos haciendo es intentar controlarlas, mejorarlas, o hacer que molesten menos.
Pero no hay evolución en el control. Hay evolución en el encuentro.
En poder mirar al miedo, a la rabia, a la tristeza… sin la necesidad de que desaparezcan.
No necesitamos aprender a “gestionar” lo que sentimos, sino a estar con ello sin perdernos.
A escuchar lo que nos pide, a darle forma, a darle un cuerpo, una voz.
Porque la salud emocional no viene de tener todo ordenado,
sino de permitirse el desorden con presencia.
